El 27 de
abril de 2012 el Ministro de Economía y Competitividad anunció que el Gobierno
abordará en un breve plazo la reforma de las administraciones públicas. Hizo
hincapié en el elevado número de ayuntamientos que presenta la geografía
española y la necesidad de acometer su reorganización con un objetivo: reducir
gastos y mejorar los servicios públicos.
En este
contexto Proyecto León aprueba la actividad desplegada por la Junta de Castilla
y León en favor de garantizar la prestación de servicios a los ciudadanos de
las áreas rurales. Sin embargo la fórmula escogida para dar satisfacción a esta
inquietud no nos parece la adecuada. Como es conocido, Proyecto León viene
subrayando desde 2009 la necesidad de reordenar el mapa municipal provincial
con este mismo fin: dedicar los recursos públicos a prestar servicios a los
ciudadanos en vez de perderlos en una ineficaz burocracia y fragmentación
presupuestaria que convierte cada pequeño municipio en una mal financiada, desgobernada
y empobrecida taifa. Y decimos esto porque creemos que buena parte de la
riqueza de los ciudadanos europeos reside en la calidad de los servicios
públicos que reciben.
La Junta de
Castilla y León pretende mancomunar buena parte de los servicios, puesto que la
mayoría de los 2.200 municipios de la autonomía son entidades sin capacidad
para prestarlos. Según las informaciones provenientes de la propia Junta, su
pretensión pasa por mantener las mancomunidades que ya existen y que delatan
que esta iniciativa llega tarde. Asume además que en este marco de profunda
crisis económica e institucional, se creen nuevas entidades –Distritos de
Interés Comunitario-, con nuevos empleados, nueva papelería, nuevos cargos,
nuevos locales y oficinas, nuevos teléfonos... En Proyecto León no somos
capaces de entender este empeño en añadir una nueva administración, mucho menos
en un momento en que hay menos dinero para los servicios públicos.
Nuestro
grupo siempre ha sostenido que la fusión de ayuntamientos es la medida óptima,
ya que esta reorganización es suficiente para poder prescindir de los nuevos
distritos y de las actuales mancomunidades, que reporta una reducción inmediata
de oficinas, teléfonos, locales, empleados, cargos políticos, gastos en
papelería, coches de servicio, simplifica los trámites en las obras públicas,
resulta más ágil para tomar decisiones, permite acometer más inversiones con
suficiencia financiera, cuenta con menos interlocutores, pero más
cualificados... La gestión del gasto es más racional tras una fusión municipal,
que toda Europa ha acometido ya.
Se ha dicho
que los pueblos quieren mantener una supuesta identidad ligada al ayuntamiento.
Lo dudamos. ¿Es que en el resto de Europa carecen de identidad? ¿Es que alguno
de los pueblos que fusionaron ya sus municipios perdió su identidad? No. El
sentimiento de pertenencia a un territorio no lo sustenta un edificio
administrativo ni los gastos que apareja. La identidad aquí se utiliza como
pretexto para esconder otro interés. Para los habitantes supone más pérdida
identitaria pertenecer a un Distrito de Interés Comunitario que no respeta ni
los límites provinciales. Es el arraigo a la tierra, a sus tradiciones y
costumbres lo que genera identidad.
Proyecto
León urge a fusionar los municipios leoneses hasta alcanzar un tamaño mínimo de
1000 habitantes en la montaña, y de 5.000 en las riberas y páramos. Es
imprescindible además que las ciudades leonesas sumen el máximo de habitantes
bajo el mismo municipio. Eso nos da más relevancia a los ojos del resto de los
españoles, de los europeos y, si se nos apura, de los asiáticos, que tanta
importancia están adquiriendo. Consideramos que plantear las mancomunidades o
los distritos allá donde se pueden fusionar ayuntamientos simplificando la
administración y facilitando mejores servicios, es un error. Corresponde a la
Diputación y a la autonomía promover la fusión municipal, ya que si no lo hacen
-con posibilidad de reorganizar nuestro territorio sobre criterios de
identidad, históricos, culturales …-, será el Gobierno de España el que lo
llevará a cabo y perderemos la oportunidad de realizarla atendiendo a nuestra
propia idiosincrasia. Esperemos que la racionalidad y el buen sentido
prevalezcan, y hagan de la fusión la mejor herramienta para la regeneración de
las instituciones locales.